Por Juan Ceballos Azpe
¿A poco no, renovarse o morir es la consigna en todo ciclo evolutivo? La pandemia del coronavirus ubica a la humanidad en un parteaguas donde ya nada volverá a ser igual. Revive la teoría de Darwin en la que no sobrevive el más fuerte, sino el que tiene mayor capacidad de adaptación. El COVID-19 no tiene para cuando acabar. La Organización Mundial de la Salud advirtió que hay en Europa un resurgimiento importante de casos y se podrían saturar los sistemas sanitarios.
La aceleración de la transmisión ha llevado a un resurgimiento significativo. Ante esa nueva realidad, la opción más viable es acostumbrarse ante un mal cuyo fin no se alcanza a vislumbrar. Este es un tiempo de cambio: adaptarse y crecer o estancarse y morir. La pandemia brinda posibilidad de replantearnos la existencia y decidir si la vivimos como una lamentable crisis o una alentadora oportunidad; como una bendición que nos mueve a la creatividad o una maldición que nos hunde en la parálisis.
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Podemos lamentar que todo lo malo que ocurre es culpa del coronavirus y sus secuelas o agradecer que nos da a la oportunidad de revalorar el tiempo, el espacio, la familia, el hogar, la naturaleza y todo lo que el ajetreo cotidiano, las prisas y el estrés laboral nos impedían darnos cuenta de lo que verdaderamente debe importar más. Lo queramos o no, estos tiempos de la nueva normalidad nos revelan de qué estamos hechos y si son más nuestras debilidades, limitaciones e insuficiencias que nuestras capacidades, alcances y potencialidades.
De nuestra habilidad para adaptarnos dependerá el éxito o fracaso del futuro y si enfrentaremos el reto de cambiar el angustioso e incierto panorama de la debilidad y el abandono resignado a la pérdida de la esperanza, por el alentador y promisorio horizonte de la fuerza de voluntad, la energía y la resiliencia con todo el entusiasmo y actitud que debemos mostrar los protagonistas del apocalipsis de los viejos paradigmas y del génesis de la nueva humanidad. Y tú eres uno de ellos. ¿A poco no…?