Muchos de los alcaldes de Torreón deciden destinar recursos públicos en dejar su marca, como si fuera un tatuaje, en obras emblemáticas de infraestructura.
De esta manera, podemos recordar los logos por el 100 aniversario de la ciudad que labró en el piso de las calles José Ángel Pérez o las bardas azules de Jorge Zermeño o las columnas rojas de la presidencia pintadas por Miguel Riquelme.
Alcaldes de Torreón destinan recurso para labrar sus logos
Recientemente, en las calles de Torreón han generado cientos de críticas en redes sociales unas fotografías en las que que ven unos bolardos instalados sobre banquetas y camellones del centro de la ciudad. Éstos, como si fueran una tumba, emergen del suelo y tienen labrado en su cara frontal el logo del ayuntamiento de Torreón.
Para el director de obras públicas, Juan Adolfo Von Bertrab Saracho, estos bolardos buscan garantizar la seguridad vial de los conductores, peatones y ciclistas, sin embargo, éstos también reducen el espacio para que se puedan desplazar a pie las personas y podrían poner en riesgo al ciclista en caso de que sufra un accidente y se golpeé con una de estas masas de concreto.
Los bolardos forman parte de la obra de remodelación de las banquetas de la Calzada Colón, pero también han sido vistos en el camellón que está sobre la Calzada Juambelz y se plantea su instalación sobre la avenida Matamoros, entre la Alameda Zaragoza y la Plaza Mayor de Torreón.
Alcaldes de Torreón deberían omitir la promoción de su imagen en la obra pública
Pese a que la ley no lo aclara ni lo regula, los alcaldes de Torreón y de todo México deberían tener prohibida la posibilidad de pintar, labrar o construir obra que traiga impresa la imagen del municipio. El titular del ejecutivo municipal debe entender que, una vez que entra en funciones, debe gobernar para toda la ciudadanía, no para el partido que le ayudó como vehículo para llegar al poder.
Algunos sectores de la ciudad de Torreón se convirtieron, de manera oficial, en zonas de publicidad gratuita para el Ayuntamiento. Éstos, sin ninguna estética, contaminan la armonía que pudiera tener un sector como el centro y provocan, en el caso de que haya cambio de partido, que otro personaje deshaga las obras para poner su imagen.
Sin haber hecho el cálculo, las administraciones municipales destinan importantes cantidades de dinero para marcar algunas partes de la ciudad con su marga y logotipo. «Torreón, ciudad en equipo», «Torreón, ciudad que vence», «Torreón siempre puede», entre otras frases, son las que se han impreso históricamente en bancas, banquetas, bardas, edificios municipales, tapas de coladera, entre otros sitios.
Gasto en imponer marca no genera cercanía entre los ciudadanos y el alcalde de Torreón
No existe estadística o estudio que demuestre que el gasto generado en imprimir la marca del ayuntamiento en las calles genere beneficios mediáticos para el alcalde de Torreón. Es tanta la necesidad de reconocimiento, que Román Alberto Cepeda y antes Zermeño y Riquelme y Olmos y compañía, optaron por gastar en difundir su marca y frase, que en mejorar la calidad de vida de los mandantes, es decir, los ciudadanos.
Hoy Román Alberto Cepeda está empeñado en demostrar que Torreón es una ciudad fuerte, sin embargo, sigue siendo una ciudad en donde la riqueza está concentrada en pocas manos, maquilera, que se mueve gracias a la industria de los servicios, que a su vez es la que ofrece peores salarios, que tiene severos problemas ambientales en el aire y el agua y que este último recurso ya escasea en la casa de los ciudadanos.
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Más que labrar el logo del Ayuntamiento en los bolardos que están instalando en calles y camellones, Román Cepeda se debe preocupar por hacer obra que realmente mejore la calidad de vida de los ciudadanos. Cepeda debe voltear más al sur y al poniente de la ciudad. Allí cientos de familias no tienen agua ni drenaje. La seguridad es un problema, el pavimento está en malas condiciones y sus opciones de movilidad son limitada.
En las manos de Román Cepeda está la posibilidad de demostrar que sus ganas por ser buen alcalde son más grandes que las que tiene para que la ciudadanía lo recuerde. El ego pervierte y transforma cualquier acción positiva, en una campaña publicitaria que desplaza a las y los ciudadanos.