Sembrar terror es una táctica vieja que utilizan algunos políticos como bandera de campaña para mantener el poder en sus estados o municipios. El mensaje de Manolo Jiménez Salinas y de su principal promotor, el gobernador Miguel Riquelme, es precisamente la seguridad y la advertencia de que si se van, el miedo regresaría a las calles coahuilenses de manera inmediata.
La bandera de campaña de Miguel Riquelme
El gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, no ha dejado de insistir en sus apariciones públicas que trabajará arduamente, hasta el último día de su administración, para mantener la paz y la tranquilidad en Coahuila. Para el mandatario, en su narrativa, el mayor logro de su gobierno precisamente fue el conservar niveles estables de inseguridad.
«El Mandatario estatal reiteró que la seguridad es su principal compromiso con los coahuilenses, por lo cual no bajará la guardia hasta el último día de su mandato», dice uno de los últimos comunicados del mandatario estatal.
Mantener la seguridad, esa es la frase que repite una y mil veces el gobernador Miguel Riquelme y su destapado, Manolo Jiménez Salinas.
La ciudadanía no olvida. Recuerda los días en lo que cadáveres adornaban los puentes peatonales, en los que comandos armados construían tremendas balaceras en bares y centros nocturnos de la entidad. Levantados, asesinatos, cobros de derechos de piso, extorsiones. Coahuila era un territorio hostil que nadie respetaba y en que el sus habitantes sufrían miedo y ansiedad y temor a perderlo todo.
Esta narrativa es la que el gobernador retoma en sus comparecencias públicas. Recuerda lo que se vivió para que la ciudadanía crea o considere que todo se tranquilizó gracias al gobierno estatal. Al electorado se le olvida que en regiones como La Laguna, la pacificación fue impulsada y financiada por empresarios y por el gobierno federal. La militarización de la seguridad pública en La Laguna, a través de la construcción de un Mando Único, fue la clave para bajar los índices delincuenciales.
Bandera de campaña no es suficiente
A la bandera de campaña del gobernador Miguel Riquelme también se han sumado estrategias publicitarias financiadas por la iniciativa privada. La organización «Yo sí» construyó una estrategia de publicidad y comunicación en la que difundieron mensajes que recuerdan a la ciudadanía los tiempos oscuros y violentos que se sufrieron en La Laguna. El trasfondo del mensaje gravita en no cambiar nada. En mantener el tinglado tal como está para que la inestabilidad social no regrese al territorio.
En Coahuila, una de las dos entidades que jamás ha vivido la alternancia política, los ciudadanos son reacios a los cambios. Los indicadores del estado ayudan a pensar que las cosas no están tan mal. Los niveles de seguridad mejoraron en los últimos 10 años y las inversiones no han dejado de llegar a regiones como el sureste y frontera.
No obstante, en Coahuila este séquito de políticos también han recibido señalamientos por presuntos actos de corrupción. El magisterio, sociedad civil organizada, entre otras organizaciones, no han dejado de señalar posibles desfalcos desde la contratación de la megadeuda, sociedades con empresas fantasma, adjudicaciones directas, quiebra del fondo de pensiones, irregularidades millonarias en las finanzas de las universidades públicas estatales, entre otros.
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A Miguel Riquelme, a Manolo Jiménez y al resto de los precandidatos a la gubernatura de Coahuila, se les debe recordar que la ciudadanía no padece amnesia y tampoco es ingenua. No se vale tratar de engañar con discursos que siembran terror. Que dejan la duda velada sobre si en realidad la estrategia de seguridad pendiera de un hilo. La ciudadanía coahuilense necesita certezas y respuestas a dudas puntuales sobre la manera en la que el gobierno de Coahuila logró la pacificación del estado.
Las campañas políticas no son para sembrar terror, sino para proponer acciones que resuelvan problemáticas puntuales, de tal manera que se mejore la calidad de vida de los votantes. Ojalá, algún día, los políticos entiendan que están y existen para servir a las personas, no para servirse de ellas.