Los candidatos al gobierno de Coahuila representan a las campañas políticas que no nos merecemos como ciudadanos. El círculo electoral inició y lo único que vemos son candidatos reciclados, entrevistas a modo y pocas propuestas.
Las campañas políticas sin contenido
Desde el primer minuto del domingo 2 de abril, los cuatro candidatos al gobierno del estado de Coahuila iniciaron sus campañas políticas con porras y promesas ambiguas. Más allá de proyecto, lo que quisieron demostrar fue músculo, dar a entender que miles de ciudadanos les siguen y simpatizan con sus ideas.
Manolo Jiménez Salinas, desde el lienzo charro de la ciudad de Saltillo, montó un escenario espectacular, con pantallas gigantes, luces, fuegos artificiales y pasarela, para anunciar que buscará mantener las cosas similares a como están actualmente. Prometió mejores empleos, pero no dijo cómo, que la seguridad se mantendrá, pero tampoco dio detalles. Más que un arranque de campaña, fue un acto para promocionar su figura, no sus ideas ni propuestas.
Por otro lado, Armando Guadiana, candidato de Morena, empezó su campaña en la zona oriente de la ciudad de Torreón. Lugar en el que se ha expandido la mancha urbana, particularmente de personas afincadas en las clases bajas y medias-bajas. Desde el estacionamiento de un supermercado, Guadiana habla de sacar al PRIAN, pero al mismo tiempo llegó a manifestar que tiene buena relación con el gobernador Miguel Riquelme.
Guadiana, además, está acompañado de figuras identificadas con el PRI, tales como Shamir Fernández y Jorge Luis Morán, quienes en su momento fueron de los principales operadores del partido tricolor en el estado. El empresario minero dijo que dará una beca universal a jóvenes estudiantes de nivel superior, sin embargo, no aclaró cuál será el método financiero para obtener el recurso. Guadiana únicamente se limitó a asegurar que, con medidas de austeridad, conseguirá el recurso.
Desde la Plaza de Armas de la ciudad de Torreón, Ricardo Mejía Berdeja, candidato del Partido del Trabajo, se dedicó a denostar al actual gobernador, así como a su proyecto de sucesión, Manolo Jiménez Salinas, pero no han compartido propuestas concretas acerca de lo que pudiera hacer para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía coahuilense. Mejía Berdeja, hasta el momento, ha tomado mucho tiempo para hablar mal de sus adversarios, pero su campaña de señalamientos y denostación no está conectando con el electorado, al menos no lo reflejan así las encuestas que se han estado publicando.
Las campañas políticas desalientan la participación ciudadana
En Coahuila se vota por inercia. Cada vez que se elige al nuevo gobernador, participa prácticamente el mismo porcentaje de personas, mismo que ronda entre el 58 y el 60 por ciento.
Las campañas políticas no son un producto atractivo para el electorado. En las reuniones familiares y sociales se habla poco de política. Ni Manolo, ni Guadiana, ni Mejía ni Lenin Pérez son personajes que llamen la atención por su trascendencia política y social.
Las selfies en redes sociales, las botargas, los bailes ridículos y las promesas imposibles de cumplir son las estrategias que siempre proponen los consultores que, a cambio de ello, cobran millonadas que, en parte, vienen del erario y, de manera opaca, a través de donaciones en efectivo que hacen empresarios del estado.
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Así, cada día, en Coahuila, menos personas se interesan en política. Los salarios pauperizados, la nula política de prevención efectiva del delito, la violencia de género, el desempleo, la desigualdad social y un sinfín de problemas son un mal crónico que, como el EPOC, lo único que garantizan es la desaparición eterna.
A Coahuila le duele que no existan cuadros ni propuestas nuevas, frescas y jóvenes que vengan a reivindicar el oficio de la política en la entidad. Aquí se gobierna para los que más tienen. Los pobres seguirán siendo pobres, los ricos más ricos y la marginación seguirá siendo arrinconada a lugares sombríos que no se lleven los reflectores.