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El paso de una comunidad de estómagos a una comunidad de espíritus

¿A poco no…? | Juan Ceballos Azpe | @licjuanceballos

¿A poco no crees que México debería vivir un proceso de transformación donde el espíritu de la ancestral grandeza de nuestros antepasados se entremezcle con el alma renovada de un pueblo cuya capacidad de transformación, de trabajo y de lucha haga de este país la Patria fuerte y progresista que deje atrás el subdesarrollo y la pobreza? Sin embargo, para ello es menester un radical cambio de actitud individual y social, tanto de ciudadanos como de funcionarios públicos y gobernantes.

Para ello, debemos recordar las palabras de Felipe Sánchez de la Fuente, quien fuera rector de la Universidad de Coahuila en la segunda mitad de la década de los 60s: “Tratamos de ignorar que un mundo sin espíritu será siempre inferior a otro con él, y que una comunidad de estómagos forma una piara, en tanto que una comunidad de espíritus forma una Patria”. Sabias palabras que hoy cobran vigencia, con una sociedad que debería aspirar integrar una comunidad de espíritus, valores y conductas morales que deje atrás a una de estómagos, intereses y ambiciones.

Una nación es el reflejo de sus ciudadanos y, si México presenta al interior y al exterior de nuestras fronteras una imagen deplorable en sus aspectos económico, político y social, esto es reflejo del enorme vacío que, durante décadas, ha predominado en la moral cívica de los mexicanos. Las crisis económicas recurrentes que el país ha vivido en el último medio siglo, en cierta medida, derivan de una aguda crisis de valores humanos, espirituales y morales. Hay ciudadanos que dicen: a mí no me echen la culpa, porque yo no robé, ni fui corrupto, ni utilicé mi puesto en el gobierno para obtener beneficios a costa del perjuicio del pueblo.

Sin embargo ¿hasta qué punto somos corresponsables de esta crisis también los individuos, como parte de la sociedad, al permitir que la situación llegara a ser tan crítica?, ¿al solapar, por desidia, ignorancia o comodidad, el saqueo descarado de las riquezas nacionales y de los recursos generados por los mismos mexicanos a través de los cuantiosos impuestos y contribuciones que, dicho sea de paso, son mayores a los que se pagan en Estados Unidos? ¿Hasta qué punto el silencio de la mayoría, se convirtió en cómplice de la impunidad?

Como individuos y como sociedad, hemos sufrido muchas pérdidas, pero ninguna tan importante como la de la confianza en nuestras instituciones, al grado que estuvimos a punto de perder la fe en nuestro futuro creyendo que ya estábamos predestinados a ser un país de perdedores, como en su momento lo escribió Octavio Paz en su radiografía del mexicano, ‘El laberinto de la soledad’. Cuántas veces por detenernos a ver el árbol dejamos de observar el bosque, al sentir que, por la prisa de resolver los problemas del momento, perdimos de vista la importancia de enfrentar el problema mayor: la falta de un proyecto de vida, en lo individual, y de un proyecto de nación en lo social.

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El reto de mayor magnitud que debemos enfrentar en estos tiempos, como individuos y como país, es recuperar la confianza y generar la energía social que se requiere para que dejemos de ser una comunidad de estómagos, intereses y ambiciones, para transformarlo en una comunidad de espíritus, valores y actitudes positivas y triunfadoras. Reflexionar en ello, y actuar en consecuencia, nos debe llevar a la realización de un proyecto de vida y un proyecto de nación que nos encamine a la culminación de nuestros ideales como seres individuales y como entes colectivos, para forjar una Patria fuerte capaz de dejar atrás la pobreza espiritual y el subdesarrollo económico. ¿A poco no…? ¡Ánimo!

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