Conocí a Magdalena Briones hace cinco o seis años. Sólo la vi una vez en mi vida. Hoy sé que fue muy poco. La bailarina, artista, maestra y escritora merecía mucho más tiempo.
No conozco a fondo su vida ni su obra, pero el día en que Gera y yo pudimos entrar a su casa, platicar con ella y escucharla, nunca se nos olvidará.
Recuerdo que nos encontramos en una protesta pacífica en la plazuela Juárez. Mientras estábamos haciendo una cobertura, Magdalena se acercó y comenzó a platicar. Tenía una energía desbordante. Quizás esa misma energía era la que transmitía a sus alumnos.
La conversación nos llevó hasta su casa. Una amplia y antigua construcción en la colonia Navarro, cerca de Cuatro Caminos. Todas las veces que he pasado por ese sector, volteo a ver la cochera que hospedaba un carro Nissan noventero.
Entramos a su casa y todo alrededor eran representaciones de arte; cuadros, pinturas, esculturas, adornos. Era la más fiel representación de cómo puede llegar a ser la casa da una artista, de una persona que dedicó su vida a crear y a enseñar.
No recuerdo los detalles de la conversación, iba desde política, medio ambiente, literatura y anécdotas personales. La realidad es que prácticamente nosotros no hablamos; y qué bueno, nosotros, como jóvenes que ignoran todo y que ostentan actitudes arrogantes, no le íbamos a ganar una discusión o un debate.
La biblioteca de Magdalena Briones
Si algo me sorprendió de la casa de Magdalena Briones fue su biblioteca. En la amplia estancia de su casa había libros por todos lados, pero al fondo, casi de manera imperceptible, se veía una puerta de madera alta, de esas que son como rejas. Detrás de ella, habita un acervo incalculable. Eran libreros y libreros de novelas, ensayos, cuentos, poesía. Le preguntabas por el libro de cualquier autor y lo tenía.
Si bien no puedo asegurar que soy un devorador de libros, el gusto por la lectura lo tengo y al descubrir ese intrigante refugio, ganas no me faltaron para pedirle que me permitiera ir cuantas veces quisiera a consultar libros, a platicar con ella o simplemente a perder el tiempo. Justo perder el tiempo es uno de mis pasatiempos favoritos.
El legado de Magdalena Briones
Haciendo algunas consultas, encontré que Magdalena Briones nació en la ciudad de Durango, pero desde los dos años se vino a vivir a Torreón.
Desde la adolescencia comenzó a practicar la danza española e incluso fue maestra de Pilar Rioja, la bailarina lagunera más conocida de México y de otras partes de Iberoamérica.
Magdalena estudió danza en España, a sus 24 años, y, a la par, también se convirtió en dramaturga, escritora y activista ambientalista.
Fue la primera directora de la Casa de la Cultura en Torreón, estudió sociología en la UNAM y fue maestra de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Coahuila.
El adiós de Magdalena Briones
Lamento no haber compartido más momentos con Magdalena Briones. Estoy seguro que hubiera aprendido mucho. Tampoco me arrepiento de no haberlo hecho. Sólo la vi una vez en mi vida y no necesité más tiempo para darme cuenta que era una persona de impacto.
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Esta madrugada, a los 96 años, Magdalena dejó de existir. Instituciones educativas y el Ayuntamiento de Torreón confirmaron la noticia. La despedida final fue a las 3 de la tarde con una misa. Seguramente la acompañaron amigos, amigas, ex alumnos y alumnas, familiares y algunos agregados culturales.
En Torreón no solemos homenajear a nuestros vivos. Las calles llevan nombres de políticos nefastos que jamás hicieron nada por la comunidad.
Ojalá, algún día, Magdalena reciba el homenaje que se merece, que se le recuerde por lo que hizo, por lo que enseñó y por lo que defendió.
Hasta pronto, Magdalena, bastó una tarde para entender que fuiste una lagunera ejemplar.