Por Alejandro González Enríquez
“La libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad; es creación y osadía”
Una mañana fresca y soleada; la emoción de un encuentro anhelado hacía ya un buen tiempo. Así fue como comenzó el día que me reuní con la maestra Susana García Ruíz mujer serena, seria y encantadora que me abrió las puertas de su estudio y de su increíble mundo.
Nació en la década de los pujantes años 40 en el Puerto de Veracruz, siempre afín al dibujo, rayaba cualquier superficie que pudiera, hasta que su padre la reprendió por pintar todas las paredes de su casa, pero aun así la apoyo con cuadernos y lápices para encausar su talento. En su colegio las notas que realizaba siempre se acompañaban de elementos gráficos y hasta sus maestros le pedían hacer ejemplos con sus dibujos. Intentó también hacer poesía, pero descubrió en las artes visuales un mundo poético mucho más amplio que le permitió expresarse y encontrar un camino para su vida.
De Veracruz emigró a la ciudad de México y cuando pudo estabilizarse entró a la Real Academia de San Carlos. Uno de sus principales intereses era buscar el perfeccionamiento de su técnica y principalmente de la figura humana, quería desarrollar una mayor estilización de sus cuadros y para ello contó con el apoyo de uno de sus profesores quién la involucraría dentro de su propia filosofía. Héctor Ayala, magistral pintor del siglo pasado, pocas veces estudiado. Él marcó en Susana un antes y un después. Había sido amigo de Remedios Varo con quién compartió afinidad artística pues también era surrealista. Todas estas anécdotas y enseñanzas las fue compartiendo con Susana por un lapso de dos años, hasta que un día le dijo, “Hoy es tu última clase, si sigues conmigo te vas a estancar”.
Sin más remedio continuó por su cuenta con su propio desarrollo artístico, fue conquistando galerías y público por su peculiar manera de representar el mundo. Nunca imaginó entrar al mundo surreal y fantástico más bien este mundo se apropió de ella y le dio oportunidad de mostrar en otro nivel; la conciencia y belleza de la simplicidad humana. Cada cuadro es un universo en sí, las figuras hermosas como seres celestiales, los colores difusos y las atmosferas envolventes muestran que hay un sentido de la materia compuesta y representada. Por ejemplo, uno de ellos titulado “Mujer de paja” captura a quién la observa, sigilosa, alta y serena lleva un farol a la luz de la luna mientras parece flotar como lo hacen los campos al viento.
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Cuando está en su proceso creativo, dice que es como si el arte la abrazara, como si saliera del cuadro y este la tomara consigo para seguir pintando, no es raro que sólo el arte la envuelva, pues la atmosfera de su estudio lleno de arte y maravillas ayudan a esta sensación. Hay ahí mismo unas pequeñas esculturas en forma de huevo que invitan a pensar en todo este mundo como génesis, inicio y creación; un arte atemporal como fuente inagotable de imaginación, que perdura, existe y se regenera pues viene de los más profundo del subconsciente a lo más sensible del espectador. Ahí en ese mundo seguirá Susana, en ese paraíso de creación.