Por Miguel Ángel Centeno
“Dejad que cada cual se entregue a la práctica de aquella profesión que conozca bien.”
Comienza el tiempo de expedición de fichas, programación de exámenes de admisión, y otros trámites para el inicio de una vida universitaria. Muchas veces la anticipación a estos trámites facilita que se pueda asegurar un cupo en una universidad del estado o un mejor porcentaje de beca en una escuela privada. Los jóvenes y sus familias comienzan a realizar esfuerzos por anticiparse a la inserción de la adolescencia y su resolución, a lo que será el inicio de un plan de vida y carrera.
Sin embargo, además de las cuestiones administrativas de una universidad qué factores inherentes al desarrollo psicosocial de un joven nos pueden dar indicios de que se encuentra listo(a) para la elección de carrera.
Algunas personas creen firmemente que los 17, 18 o hasta los 19 años no deberían ser la edad en la que los jóvenes deban tomar la decisión de elegir una carrera profesional, más allá de una edad argumentan que los observan desconectados de los intereses estudiantiles, inmersos en fantasías de fama por medio de las redes sociales, infantilizados y ensimismados en video juegos o escépticos de que estudiar una carrera sea útil para su vida y su desarrollo.
Probablemente este escenario aplica en algunos(as) jóvenes, sin embargo, otros se encuentran listos para una elección de carrera, se sienten seguros(as) de su vocación y con ansia de aprender, conocen el alcance de las redes y su posibilidad de proyección, pero saben que es necesaria una base de conocimientos, los he observado en mi trabajo cotidiano en bachillerato y universidad, podemos decir que estos jóvenes se encuentran listos(as) para elegir. Pero, ¿qué determina la diferencia entre ambos jóvenes?
Creo que debiéramos considerar en primer lugar un trabajo previo de autoconocimiento, no sólo con test vocacionales, un tiempo previo donde el(la) joven identifica sus talentos, sus intereses y su personalidad, un tiempo en el que se establece un plan de vida con el cual el preuniversitario se siente motivado(a) más allá de eso apasionado(a).
Y qué podemos hacer padres y maestros, psicólogos y orientadores, para que este proceso avance de la mejor manera posible. En primer lugar, es importante considerar que en esta etapa se madura paulatinamente una elección como resultado de una identidad que se está moldeando hasta tomar formas más definidas, es necesario acercarnos con todos nuestros sentidos a los adolescentes antes del último semestre de bachillerato, mucho antes, conocer sus inquietudes, sus ideales, escuchar y no descalificar, orientar principalmente y brindar información, tomar tiempo para investigar juntos, entrevistarse con profesionistas, investigar posibles combinaciones y nuevas carreras, explorar el estado de ánimo y grado de motivación del joven, no se puede elegir en un ánimo depresivo, sería la peor decisión.
También existen los profesionales que ayudan en este proceso, psicólogos(as), profesores, etc., úselos, confirmen su estado de orientación vocacional, vale la pena una inversión de tiempo y recursos. No son pocos los jóvenes que desertan de sus carreras y el costo de este intento fallido muchas veces llega a cincuenta o cien mil pesos, incluso más, dependiendo del semestre en que abandonen la carrera, esto en el caso de una institución privada, y en el caso de una universidad publica puede no ser tan elevado, sin embargo, en ambos casos el costo emocional es generalmente alto, la sensación de fracaso, ansiedad, desmotivación, falta de sentido.
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Y qué hay del año sabático. No, el desarrollo de un joven y sus retos no tienen vacaciones, el tiempo que pueda pasar entre preparatoria y universidad no debe ser estéril, debe ser activo.
¿Entonces? Ya comenzaron las inscripciones, ¿el tiempo se acaba? Caminemos juntos para tratar de madurar el proceso de tomar una decisión de vida, hagámoslo con entusiasmo y afecto, posteriormente vienen las inscripciones.