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Por Miguel Ángel Centeno

Se acerca el tiempo de elección de carrera para el próximo ciclo escolar, durante estas fechas las universidades privadas de manera anticipada ofrecen mejores condiciones para inscripciones y becas, y por otro lado las universidades del estado dentro de poco comienzan con la expedición de fichas y calendarios de exámenes de admisión.

En este año a los jóvenes les toca elegir carrera en un entorno de incertidumbre, de crisis económica, con una educación en línea llena de retos y con muchos cambios en los sectores productivos y adaptaciones tecnológicas.

Sin duda vivimos un tiempo donde las condiciones del medio tornan la elección de carrera un asunto difícil, sin embargo, además de lo complicado de los factores externos también debemos tomar en cuenta otra revolución que los jóvenes enfrentan, su propia revolución, la duda interna. Una serie de preguntas surgen en el interior de los tambaleantes adultos jóvenes o todavía adolescentes. Dudas sobre los propios gustos y las necesidades del medio, entre la propia pasión y la productividad que exige un bienestar económico más que nunca necesario.

Muchas veces las elecciones de carrera se ven fuertemente influidas por el fin de una economía muy exitosa o al menos estable, también en la conveniencia de universidades que están al alcance de los padres y que resultan beneficiosas por su proyección y relaciones.

En mis años como profesor universitario y como orientador profesional he presenciado una y otra vez, historias de jóvenes que inician el estudio de una carrera universitaria por una razón racionalmente conveniente, pero con una ausencia de pasión o enamoramiento, realizando tareas por obligación, contando los días para estar de vacaciones o con serias dificultades para la comprensión de algunos temas a pesar de contar con suficientes recursos intelectuales. 

En otros casos alumnos que eligen carrera solo desde la razón llegan a presentar incluso cuadros de depresión y ansiedad, con mucha dificultad para levantarse, con una desmotivación que permea hasta su esfera personal con situaciones como descuido de su cuerpo, conductas compulsivas, adicciones o hasta embarazos no planificados.

Elegir carrera sin amor, es ahora más que nunca una apuesta muy arriesgada para los jóvenes y también para sus padres, los cuales tienen que enfrentar la deserción escolar de sus hijos ya con un grado avanzado. Pagos realizados con mucho esfuerzo se van a la basura y solo queda la oscura esperanza de que la siguiente elección de carrera ahora sí sea la adecuada. 

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Una verdadera orientación vocacional es ahora más que nunca un recurso muy necesario y es importante elegir el llamado real de los intereses de los jóvenes que enamorados de su carrera podrán trascender a las barreras de la educación y de los retos económicos. 

Es posible elegir con corazón y con visión al mismo tiempo, cada quién en sintonía con su naciente identidad. Basados en los apoyos de contar con verdadera información de ofertas educativas y con un proceso de autoconocimiento, los procesos vocacionales pueden ayudar significativamente a los jóvenes, estos procesos pueden ir de la mano con el apoyo de profesores, orientadores y sobre todo de sus padres, siempre dejando margen a la decisión última de los propios estudiantes. 

La elección de carrera es un matrimonio para toda la vida, una forma de navegar por nuestro futuro con una vela siempre erguida, tengamos en cuenta elegir con amor y no sólo con la cabeza. 

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