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Por Miguel Ángel Centeno

El anhelo de una relación de pareja nos remonta a la mayor sensación de seguridad que lo más íntimo de nuestro ser pueda recordar, sentirnos protegidos, amados y seguros de contar con un soporte emocional, nos lleva a experimentar la experiencia de fusión con otro ser humano bajo el concepto de relación de pareja.

Como una marea magnética el enamoramiento comienza a atraernos a sus terrenos y endulza la conciencia y la embriaga, y la vida se ve de distinto color y parece que ahora estamos seguros de nuevo, de nuevo como en el origen de nuestra vida. Esta sensación de bienestar y de gozo nos lleva a la experiencia de fusión, a la capacidad de poder vincularnos y hasta llegar a confundir con placentera complicidad nuestras identidades. 

En un primer momento, la etapa de enamoramiento es necesaria para la experiencia de fusión en la pareja, posteriormente la relación comienza a caminar hacia una experiencia de compañía de dos individuos que se fortalecen en un sistema. Sin embargo, esta experiencia lejos de ser una experiencia de pérdida es una experiencia de fortalecimiento y nuestra identidad conserva su esencia y su unicidad. 

Pero qué sucede cuando esa experiencia de fusión se convierte en una experiencia de renuncia a la identidad y a la propia esencia. Qué pasa cuando las ansiedades de la relación de pareja amenazan nuestra vida al experimentar en todo momento el temor al abandono, el temor a ser desplazado o desplazada, la angustia ante la desaprobación del otro o experimentar como propias sus ansiedades.

La experiencia de fusión puede transitar a una experiencia de pérdida de la cualidad de sujetos para convertirnos en objetos, y es este el escenario propicio para el desarrollo de cuadros de ansiedad, depresión, manías, celotipia, violencia, codependencia, entre otros síntomas.

Es de vital importancia para nuestra salud emocional, observar en qué momento la experiencia de fusión cambia a perdernos en el otro y perder el yo, pues en esta vivencia es que también podemos justificar en el nombre del amor conductas al límite e intensos estados de malestar. Y qué decir de las secuelas si una relación patológica se prolonga, los daños a la autoestima y los estados de angustia muchas veces caen en una zona de serio peligro.

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El reto relacional básicamente consiste en las capacidades de fusión y separación que se alternan para las placenteras experiencias de vincularnos y también conservar nuestra identidad. Y aunque pareciera sencillo el mecanismo, poder lograrlo o al menos acercarnos, es el resultado de los retos primarios de nuestro desarrollo psicológico, y como apoyo adicional, procesos como el de la psicoterapia nos pueden guiar a un estado de conciencia y fortalecimiento de nuestros recursos para afrontar la angustia.

Existen entonces fronteras entre la pareja funcional y disfuncional, y es el momento de tomar valor para ver y actuar, pues una relación amorosa es básicamente la relación entre dos sujetos, una feliz respuesta de otro universo que gira en sus propias órbitas. 

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