Por Patricia Hernández González | @phg02041
Hoy manifestar la verdad, cierta de evidencias, sobre todo en situaciones o acontecimientos de injusticia, viene para un ajuste de cuentas expresado en reclamos, demandas y urgencias morales, no fáciles de sobrellevar, menos de resolver.
Ahora que todo parece ser revalorado, mostrar la psique social, tiene un papel importante. Es llenar el lugar de nosotros y nuestras circunstancias. Lo que anhelamos, lo que no queremos, lo que creemos necesario preservar. Ubicarse en ese pasado que no pasa, hacer diálogos con otros, compartir, confrontar, interpretar y construirlos simultáneamente. Dar nombre, rostro y voz, a escenarios de la historia que por complejos, se han reservado o bien relatado a cuentagotas.
Hay asuntos que por sí mismos regresan, despiertan interés, pueden volver para actualizarse, movimientos sociales, conflictos, desfalcos, procesos históricos. Grupos o personas oprimidas, silenciadas, desaparecidas. Todo lo que no ha sido resuelto o reparado o donde sus principales actores siguen flotando en un lugar de la memoria. Aunque habrá otros hechos que pueden no tener más cabida, porque hay una etapa de enfriamiento y porque la gente tiende a olvidar pronto si no satisfacen sentimientos de valor. Esto es así.
A través de una disculpa pública, un memorial, organizaciones, colectivos, comisiones; toma agentes y herramientas como parte de una revisión, alienta a la búsqueda del testimonio, de la documentación, el archivo abierto o clasificado y se lleva un informe. La discusión oral y escrita, da una lluvia de antecedentes para enterar de las experiencias y de las expectativas, temas que se apegan a la temporalidad de un mandato y otros centrados en la pluralidad.
Hasta aquí, uno se pregunta, ¿es realmente necesario defender la memoria activa?
Revisemos.
La danza de las culturas tienen su logro de permanencia gracias a un lado doloroso y otro de victoria. La historia conmemora ambas razones. Alrededor de las mismas, las fechas y los registros se mueven en el presente porque el pasado no es algo fijo o cerrado, siempre está, no es una entidad de silencios, ni remota como se quiere ver.
En comunidad, se hereda lo aprendido, las costumbres y tradiciones funcionan a base de identidad, de cada una de las historias contadas, de rituales, de cantos, objetos y símbolos.
Te puede interesar | El diario de un delincuente
Es por ello, que frente al olvido, o mejor dicho el temor a olvidar es íntimo y desgarrador cuando sucede.
También pasa en las personas con periodos de amnesia, y es tal vez y digo tal vez, una de las peores sensaciones que atraviesa una mente confundida, que a fuerza de recordar, se ilumina y oscurece. La desconexión de la realidad, tú realidad, es para los estudiosos, un trastorno disociativo. Es decir, la identidad partida en trozos a causa de eventos o experiencias post-traumáticas. Estar en ese estado de shock nubla la narrativa, la interpretación fiel requiere tiempos de espera. Cuando se cumple la cuenta regresiva a favor de recordar, el ambiente es abierto y fluye. Una retentiva, en que las fijaciones, los retornos, las presencias, los reemplazos, llegan con sus propias pausas.
Entonces.
La cultura de la memoria ha parido un nuevo comienzo y es altamente significativa.