Hace 10 años, la activista coahuilense, pero asentada en Ciudad Juárez, Marisela Escobedo, fue ultimada cuando realizaba una manifestación pacífica en las afueras del Palacio de Gobierno de la ciudad de Chihuahua. En ese momento, Marisela emprendía una lucha encarnizada por conseguir justicia. Su hija, años atrás, había sido raptada y asesinada. El homicida se mantenía prófugo. Después sería asesinado.
La historia de Marisela Escobedo es una trama que está estrechamente ligada con la impunidad. El sistema judicial mexicano no fue preciso ni eficiente con Marisela y con su familia.
La lucha que emprendió esa madre trabajadora trascendió fronteras. Medios de todo el mundo comenzaron a interesarse en su caso. Recorrió, a pie, todo el país para exigir claridad, respuestas. Su famoso enfrentamiento con el entonces presidente Felipe Calderón fue memorable. Todo en ella era indignación, pero también un impulso infinito por encerrar al feminicida de Rubí, su hija.
El Gobierno del estado de Chihuahua, en ese entonces encabezado por César Duarte Jáquez, fue acusado de cómplice. El asesinato de Maricela fue justamente en las puertas de su sede oficial. Ni las cámaras de seguridad incrustadas en todas las esquinas alrededor de la escena del crimen fueron suficiente medida para evitar la tragedia.
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Como dice el documental, a Marisela el sistema mexicano la mató tres veces: la primera, cuando su hija fue raptada y posteriormente asesinada; la segunda, cuando la juez a cargo del caso decide exonerar al feminicida confeso de su hija y, tercero, cuando el hermano del presunto delincuente ultimó a Marisela a balazos.
En esta secuencia de ejemplos de impunidad tendríamos que agregar uno más, que a pesar de que el homicida de Marisela está encarcelado en una prisión de Estados Unidos por delitos relacionados con el robo, las autoridades chihuahuenses, opositoras al régimen de Duarte, no han buscado su extradición para reparar, al menos, el daño causado a la familia de una luchadora que se enfrentó a un sistema ineficaz, violento e inoperante para y con las víctimas. ¿La impunidad duele? Posiblemente lacera más que el delito mismo.