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Su corazón les dice que nunca han de encontrar,

 no encuentran, buscan.

 Los amorosos andan como locos

 porque están solos, solos, solos.

Fragmento del poema “los amorosos” de Jaime Sabines.

Por Miguel Ángel Centeno

Cuántas cosas andamos buscando todos los días, porque a veces pareciera que nunca vamos a saciarnos. Porque muchas veces parece no ser suficiente la comida que ingerimos o la cantidad de bebidas alcohólicas que tomamos en fin de semana, o porque pareciera que estamos tan lejos de alcanzar nuestro bienestar económico o el cuerpo que anhelamos, o porque parece tan importante constatar todo el tiempo nuestro atractivo siendo objeto de deseo para otros.

El deseo, el anhelo, la búsqueda no siempre provienen de un proceso mental bajo el filtro de la lógica o del principio de realidad, muchas veces provienen de motivaciones internas inducidas por nuestros fantasmas más arcaicos y punitivos, una sensación de falta, huellas que han vivido en nuestro corazón desde tiempos remotos en nuestra vida y que se anidan en nuestro inconsciente.

Estas motivaciones surgen como pulsiones que nos arrebatan la calma y salen en búsqueda de saciar algo que no existe, que es una deformación de nuestro mundo emocional, una herida siempre abierta. Generalmente, esta sensación llega a nosotros de forma poderosa porque estamos escapando, estamos compensando y tenemos prisa por lograrlo, actuamos de formas compulsivas e irracionales.

Las caras de esa falta pueden tomar muchas formas, trabajo compulsivo, ejercicio extenuante, promiscuidad sexual, alcoholismo, consumo de productos innecesarios o por supuesto la búsqueda obsesiva del amor romántico, en una o varias personas, la sedienta infidelidad, o la posesión persecutoria que quiere saber dónde está nuestra pareja todo el tiempo, con quién, o la necesidad constante de escuchar o leer un “te amo”.

“Pero si lo tienes todo” pueden decirnos muchas veces, pero eso parece estar lejano de nuestro mundo emocional, en la sensación de falta nada nos llena, nada es tan relevante, tan motivante, nada parece tomarnos de la mano en nuestro ciego camino.

¿Y qué hacer entonces? ¿Cómo podemos aprender a cuidarnos de la falta y sus fuertes impulsos?

Es importante en primer lugar realizar constantes meditaciones, una pausa en nuestra agitada rutina, la cual por cierto es resultado de esa sensación, hacer una pausa constante y planeada en nuestro horario, es necesario dar espacio a que nuestro raciocinio se desconecte un poco del imán de nuestra emoción, quizá comenzar por una caminata, un momento de silencio, una oración, una lectura introspectiva o momento de contacto con la naturaleza.

Después de la calma pregúntate si realmente necesitas todo eso y si realmente te vas a sentir mejor una vez que lo obtengas. Comienza otro camino de búsqueda, ahora un camino de búsqueda interna, una búsqueda de porqués y de para qués, un proceso de psicoterapia o introspección espiritual pueden ayudar en ese sendero, comienza a ver hacia adentro.

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El mundo y su vorágine de productos y servicios en un estilo de vida capitalista se coluden de forma poderosa para impedir la búsqueda interna, les conviene nuestra sed, nuestra avaricia, nuestros complejos de inferioridad que se compensan con las máscaras que ellos fabrican. El camino de búsqueda interna no es fácil ni popular, pero es necesario para vivir, para abrazar a nuestra salud emocional y el verdadero amor propio, no el amor narciso, es necesario para disminuir la creciente ola de cuadros de ansiedad y depresión, la otra pandemia.

Son muchas las caras de la insatisfacción interna, la mayoría de ellas ilusorias, fantasmales, poco tienen que ver con nuestro alcanzable bienestar.  

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