Portada Reportajeinvestigación deuda, influencias y gastos sobre secretaría de inversión público productiva de Miguel Riquelme
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Como especie, estamos situados en la cima evolutiva gracias a nuestro pulgar oponible que nos permitió dominar el fuego, crear de la rueda, industrializarnos con el vapor, desplazarnos más rápido y más lejos con el petróleo, dividir al átomo y, por supuesto, hacer memes. ¿Recuerdan todos los memes que circularon a principios de este año por la supuesta Tercera Guerra Mundial? Yo recuerdo muy pocos. ¿Qué tal los memes por el coronavirus?, ¿enero de cuarenta y cinco días les pareció chistoso? Bueno, esos ya caducaron la semana pasada, pero aún tienen algo de vigencia, pero lo de hoy es Zombra vs Sarah Andersen.

Durante las primeras semanas del año sucedieron varias cosas, a todos los niveles, desde las tragedias personales y locales hasta las amenazas de una supuesta guerra, ¿y qué hicimos ante ello? Memes. Y es que las redes sociales funcionan como un campo de cultivo en el que los memes se crean y expanden como el virus de un organismo infectado hacia otro vulnerable, de ahí lo viral. Su única finalidad es reproducirse. Una vez que los usuarios de las redes vimos y sonreímos con un meme, lo hacemos propio y desarrollamos nuevas expresiones (¿alguien conoce un metameme?), su vigencia y su punch determinan su éxito para replicarse. 

Todo es proclive a volverse viral, el formato ya no importa, si es audio, video, imagen… cualquier tipo de contenido tiene la capacidad de reproducirse prácticamente solo, sin más publicidad que la repetición de post en post. La viralidad del meme depende de su brevedad y su gracia, pero principalmente de que sea oportuno, es decir, que refleje una opinión general, y entonces la autoría de un meme se diluye (que alguien se quiera adjudicar la creación de un meme es absurdo), para volverse un bien común digital. 

¿Pero qué nos ha dejado todo esto? ¿Qué hemos ganado con ello?

En primera instancia, lo que se viene a la mente de la mayoría (estoy seguro) cuando se quiere hablar sobre memes, es la frivolidad. Se piensa que un meme no tiene ningún propósito más que el de la risa pronta y la procrastinación larga, pero no es así, al menos no siempre, pues otro punto para volver viral a un meme es que éste requiere ser empático. Y es así como un meme también puede ser una forma de resistencia ante el horror del mundo. ¿Recuerdan los terremotos del 2017? En esa ocasión los memes dejaron de ser triviales por unos días. El escarnio sin razón de los memes se convirtió en una manera de expresar apoyo a través de imágenes, ¿verdad, perrita Frida rescatista?  

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El meme también se puede convertir en una forma de denuncia, como fue el caso durante esos mismos terremotos, cuando surgió en las redes una iniciativa para que el Instituto Nacional Electoral (INE) junto con los partidos políticos registrados donaran a las víctimas de los sismos el dinero que fue aprobado para sus campañas electorales, de aproximadamente 7 mil millones de pesos. Buena parte de los senadores se opusieron a la iniciativa, pues argumentaron que una donación de ese tipo iría en contra de la ley, ya que el recurso estaba destinado a fines electorales para las elecciones de distintos niveles, incluyendo la Federal, que se realizaría en el 2018, y no había tiempo para modificaciones legales. Las críticas y las protestas pronto se volvieron a hacer presentes por medio de los memes. Y qué decir de todos los memes que surgieron durante las marchas de protesta a lo largo de América Latina.

Parte del éxito de la crítica y la denuncia por medio del meme consiste en que éste sólo tiene una dirección: el escarnio y el absolutismo, pues no genera un derecho de réplica a su protagonista, tampoco un beneficio de la duda, es por eso que la política ve un peligro en los memes, ¿recuerdan a todos esos #lords y #ladys convertidos en memes? ¿A todos los políticos que han sido señalados con algún meme? La ridiculización es implacable.

Se han presentado algunos intentos de políticos para condenar a los memes, como es el caso de la diputada local del Partido Verde Ecologista de Sonora, Selma Guadalupe Gómez Cabrera, que en el verano del 2015 propuso al Congreso Estatal una Ley de Responsabilidad Civil para la Protección del Derecho a la Vida Privada, el Honor y la Propia Imagen del Estado, que pretendía penalizar a los memes contra los políticos bajo un argumento de difamación y violación a la vida privada. Pero los memes son una hidra, y sus cabezas infinitas, y las burlas en ese entonces no se dejaron esperar.

Entre la tragedia y la crisis se encuentra el humor, haciendo más llevaderas las adversidades. Sin embargo, esa risa muchas veces no va más allá, y nos condena. La inmediatez y el olvido son el síntoma; la soledad y la desinformación son la enfermedad. Ocurre lo siguiente: nadie sabemos exactamente qué sucede con nada, no investigamos ni procesamos, no pensamos críticamente, pero sí tenemos una opinión, o replicamos una opinión, y si no, siempre nos queda la burla como consuelo ante lo que no entendemos, el humor antes de que el horror del mundo nos rompa. 

En mi caso, replico memes en mis círculos más cercanos, porque yo sí tengo la razón. Porque escribo. Porque elaborar una opinión me toma más de treinta segundos. Más de treinta minutos escribirla. Menos de treinta horas para que se olviden de lo que digo. Y mucho menos de treinta días para angustiarme por otra cosa.

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