Por Moisés Picazo Salazar
Esta situación se vuelve cada día más problemática, pues de por sí a los mexicanos no se nos da por conocer nuestra realidad, mucho menos por leer y analizar e ir a al fondo de las cuestiones torales, y peor para la juventud, pues ahora con los nuevos medios electrónicos muy eficientes, breves, y rápidos menos pueden profundizar.
Según la UNESCO en México se leen aproximadamente 2 libros al año por persona y ocupa el lugar 107 de 108 país estudiados.
«Los indicadores nacionales tampoco resultan halagadores: los datos coinciden con los resultados del MOLEC (Módulo de Lectura) de INEGI, que analiza estadísticamente el comportamiento del lector en México. Una de las razones principales que desmotivan a las personas a leer es la falta de comprensión.
Según datos del MOLEC, el 21. 6 % de las personas mayores de 18 años y alfabetas confesó comprender la mitad o poco de la lectura.»
Todo esto viene a cuento debido a que el país está inmerso en crisis de salud, económica, empleo, seguridad, polarización, feminicidios, consumo de drogas, depresión. Muchas promesas de gobierno incumplidas y más que se acumularán en el futuro.
Ahora más que nunca deberíamos estar unidos y apoyarnos para sacar al país adelante, pero volvemos al punto, en México supuestamente tenemos un régimen democrático que está representado por los tres poderes; ejecutivo, legislativo y judicial, en donde a dos de ellos se llega por medio de los partidos políticos, y el tercero también de manera indirecta.
Hemos vivido más bien como en la mencionada definición de Vargas Llosa, “una dictadura perfecta”. Tan es así que ni la notamos, pues no hay separación de poderes, los políticos y sus partidos, que no son otra cosa que franquicias con sus respectivos dueños, están para servirse de nosotros y no para servir a nosotros.
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Si bien anteriormente no actuábamos, sí teníamos actitudes de defensa, por ejemplo no aceptábamos lo que el supremo gobierno decía y la reacción era actuar en contrario. «No subirá la gasolina” y esa misma noche todo mundo estaba llenando el tanque de su vehículo, “no se devaluará el peso” y todos en la medida de sus posibilidades íbamos a comprar dólares, “no habrá inflación” y todo mundo tomaba sus medidas para ajustar la compra del mandado, pero eso las nuevas generaciones ya no lo aplicaron y se guiaron en las benditas redes sociales, creando más confusión y desconcierto.
Desgraciadamente no se ve la luz al final del túnel, al menos en el corto plazo, pues ahora se ha polarizado tanto la situación que amistades de años se han perdido, aún en las mismas familias se dividieron y no se hablan. La única solución es que el tiempo ponga a cada quien en su lugar y los frentazos nos sitúen en la realidad no en la POSVERDAD. Muy pesimista pero muy realista.