¿A poco no? | Juan Ceballos Azpe | @licjuanceballos
¿A poco no es reveladora esta declaración de Emilio Azcárraga Milmo? El hijo del fundador de Televisa y padre del accionista mayoritario actual, advirtió en 1993: México es un país de una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil. Al respecto, la revista Proceso en aquel tiempo advirtió que Televisa garantiza al sistema la sumisión de los jodidos y el control político vía la información teledirigida.
Y los Azcárraga, al igual que varios de los grandes multimillonarios mexicanos, junto con los especímenes nocivos de la fauna política, son los jodones de este país, es decir, los que joden a los jodidos. Y es que los jodones de la privilegiada aristocracia, al igual que los pobres jodidos, son producto en buena medida de los diversos gobiernos que los han llevado a donde hoy se encuentran.
México es un país con una ancestral desigualdad histórica donde el poder político y económico se concentra en un pequeño grupo de personas, entre ellos, Carlos Slim, Germán Larrea y Alberto Bailleres, cuyas grandes fortunas provienen, en su mayor parte, de concesiones otorgadas por el gobierno, en una mutua relación de beneficios personales, por lo que esa élite económica también tiene un poder determinante para influir en la política.
Te puede interesar | Año nuevo: renovación de la esperanza
“Bienestar público o beneficio privado”, documento que publicó la organización Oxfam, señala que la fortuna de los millonarios creció 12% en 2018, a un ritmo de 2 mil 500 millones de dólares al día, mientras que la riqueza de la mitad más pobre de la población mundial, 3 mil 800 millones de personas, se redujo 11%. Esa brecha, dice Oxfam, hace peligrar la lucha contra la pobreza, perjudica las economías y alimenta la indignación mundial.
El organismo reveló que en América Latina y el Caribe, mientras aumentó la riqueza de los millonarios 10% en 2018, la pobreza extrema siguió creciendo, alcanzado su nivel más alto desde 2008 y afectó a 62 millones de personas, que equivale al 10% de la población. De ahí la urgencia de transformar el cruel y devastador panorama de la desigualdad social por el óptimo y alentador horizonte de la equidad y la justa distribución de la riqueza para que el mundo, en general, y México, en particular, dejen de vivir entre jodidos y jodones. ¿A poco no…? ¡Ánimo!