El 19 de febrero de 2006 la vida de 65 mineros y sus familias cambió por completo. Una explosión en uno de los túneles de la mina Pasta de Conchos en Nueva Rosita, Coahuila, sepultó de manera definitiva a 65 trabajadores que estaban cumpliendo con su turno.
Sólo dos cuerpos sin vida pudieron ser sacados de la mina, el resto de las personas se quedaron atrapadas y han sido objeto de una eterna promesa que simplemente no está cerca de ser cumplida.
Pasta de Conchos: la promesa incumplida
La tragedia en Pasta de Conchos, Coahuila es el reflejo de lo que representa la minería en México. Dada su trascendencia y los millones de pesos que genera para pocas manos, las víctimas mortales no importan. La sobreexplotación de los recursos naturales no interesa. La explotación laboral y las irregularidades en la obtención de las concesiones también son pecata minuta. Pasta de Conchos significa impunidad, corrupción, desdén.
El presidente López Obrador prometió que se iban a destinar todos los recursos necesarios para rescatar los cuerpos de los 63 mineros que continúan atrapados y así regresar un poco de la dignidad perdida a los familiares. Además, actualmente construye un Memorial para recordar a todos los trabajadores caídos que han perdido la vida ejerciendo sus funciones.
Las familias, por su parte, no quieren que se termine de construir el Memorial sin que se logre el rescate de los restos. Hasta el momento los trabajos, encomendados a la Comisión Federal de Electricidad, están estancados y no se ven muchos avances.
Pasta de Conchos: sin culpables
Por la tragedia de Pasta de Conchos puede haber muchos culpables. Vicente Fox, en ese entonces presidente de México, Napoleón Gómez Urrutia, dirigente del sindicato minero, Humberto Moreira, gobernador de Coahuila, Germán Larrea, dueño de Grupo México y muchas personas más, sin embargo, nadie fue castigado, nadie pagó por la vida de 65 mineros que trabajaban en condiciones infrahumanas, con precarias medidas de seguridad y que además, tras el accidente, no fueron respaldados por nadie.
A lo largo de 17 años, han pasado presidentes, gobernadores, alcaldes y nadie ha apoyado a las víctimas. Pasta de Conchos es uno de los casos que mejor definen el concepto de impunidad. En México las tragedias no generan culpables ni consecuencias graves para nadie.
Es increíble que una tragedia cumpla 17 años y que no halla responsables, que no haya rescate y que en Coahuila se siga trabajando el carbón, bajo el amparo del poder, en condiciones infrahumanas.
Aunado a los 63 mineros atrapados, aún se mantienen en proceso de búsqueda otros 10 mineros en El Pinabete, quienes están cerca de cumplir un año sepultados. La dinámica es similar. Las autoridades dicen que tienen avances, pero no han llegado a ningún cuerpo.
Pasta de Conchos y El Pinabete: dos casos emblemáticos de impunidad
Las tragedias en Pasta de Conchos y El Pinabete están unidas por un elemento clave: las consecuencias están siendo atendidas por el gobierno, no por las empresas que explotaban las minas.
Resulta inaudito pensar que, por un accidente en una explotación minera trabajada por la iniciativa privada, tenga que salir el gobierno a poner recurso para resolver el caos que dejaron otros.
Pese a la responsabilidad social que sí tiene el gobierno por permitir que las empresas mineras trabajen de esa manera y que expongan a los trabajadores, es inverosímil que no haya dueños de las empresas en la cárcel.
En el caso del Pinabete, está detenido un trabajador, sin embargo, el dueño del negocio, Rafael García-Luna Acuña, continúa fugado.
Te puede interesar | Pasta de Conchos: la impunidad y simulación que persiste en la carbonífera
Por otro lado, en Pasta de Conchos no ocurrió absolutamente nada. Los dueños de Grupo México no asumieron de manera cabal su responsabilidad social, el sindicato no metió las manos y ya son 17 años de dolor e impunidad para las familias.
Es importante no quitar el dedo del renglón. Exigir a las autoridades castigo a los culpables, rescate de los cuerpos y la no repetición.