Silvia Ortiz y su familia son abrazados por la incertidumbre desde hace 18 años. La incapacidad y la poca voluntad de las autoridades no han permitido que pueda encontrar a su hija, hoy ya una mujer adulta.
Silvia Ortiz: dolor y resistencia
Fanny Sánchez Viesca Ortiz desapareció un cinco de noviembre de 2004 cuando tenía 16 años de edad, es decir, su familia lleva más tiempo buscándola del que convivió con ella.
Fanny fue secuestrada por sujetos desconocidos. Silvia Ortiz, su madre, fundó un colectivo de familiares de personas desaparecidas. Se hizo especialista forense por las largas horas que le dedica al trabajo de campo. Ha descubierto centros de exterminio; cementerios clandestinos en donde integrantes del crimen organizado disolvían cuerpos en tambos de ácido y los restos los dejaban dispersados por el inmenso llano de la Comarca Lagunera.
El trabajo de Silvia Ortiz, junto con el de otros colectivos, ha provocado la creación de comisiones de búsqueda, fiscalías y leyes especializadas, reuniones periódicas con las autoridades, pero lamentablemente su hija y miles de personas más simplemente no aparecen.
¿Cómo imaginar el dolor de una madre que no ve a su hija desde hace 18 años? ¿Esto cómo modifica una vida familiar que estaba diseñada para trabajar, convivir y hacer todo lo posible para que los hijos crecieran y no vivieran las carencias que sus progenitores?
La vida de Silvia Ortiz y su familia no solamente está simplificada en los años que ha buscado a su hija. Antes de la tragedia, Silvia tenía una vida que, con la ausencia de Fanny, también desapareció.
Silvia Ortiz en espera de resultados
¿Cómo reparar el daño moral y económico en favor de Silvia Ortiz y su familia? A Fanny no la han encontrado porque simplemente no ha habido voluntad.
Cuando un funcionario desaparece o es secuestrado, las autoridades vuelcan sus esfuerzos en encontrar a la victima lo más pronto posible. Saben que las primeras horas son las más importantes. Así sucedió con Mario Cedillo, alcalde de Guerrero, Coahuila, quien fue secuestrado junto con su familia y colaboradores y rescatado con vida horas después.
También sucedió con Debanhi Escobar. La joven regiomontana, si bien fallecida, fue hallada por la presión mediática que generó su caso. Aunque ya no pudo ser en vida, la incertidumbre de sus padres se terminó cuando las autoridades confirmaron el hallazgo de su cuerpo. Ahora ellos buscan justicia y duermen todas las noches abrazados al dolor que provoca perder a una hija.
En el caso de Fanny, aunque se hizo mediático, las autoridades no le dieron un sentido prioritario. No se actuó de manera expedita, no se intentó matar tiempo revisando en las salidas de la ciudad, en focos de peligro, en los alrededores de la casa de la familia Sánchez Viesca Ortiz.
Silvia Ortiz sigue esperando resultados. Las promesas del gobernador, del fiscal y hasta del gobierno federal han sido en vano. Hoy esa madre que sigue buscando a su hija se convirtió en una importante activista cuya voz tiene valor y peso.
La desaparición forzada es un delito que carga una cifra negra incalculable. En la Comarca Lagunera los años de violencia dejaron cementerios clandestinos por todos lados. Las familias que siguen buscando a sus desaparecidos están organizadas. Colectivos se han generado para fortalecer el movimiento. Las redes de apoyo van contra todos los obstáculos que construye un sistema que desde su estructura es violento y revictimizante.
A Silvia Ortiz y a muchas madres se les nota una mirada cansada, como si algo dentro de ellas se hubiera apagado. Pese al dolor y a la frustración siguen resistiendo. La esperanza no la pierden, el trabajo continúa constante y simplemente desean que, algún día, se vuelvan a encontrar.
¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!