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Sociedad abúlica o analfabetos cívicos

Hay ríos de tinta en cuanto a la conducta del mexicano y a sus muy diferentes aspectos, debemos fijarnos en la cultura cívica, en la participación ciudadana y en el interés que se pone respecto a los órganos de gobierno en sus tres poderes y sus tres niveles. En este momento ya entré a un terreno pantanoso: ¿cuántos mexicanos conocerán esos tres?

Cada tres o cada seis años renace el optimismo y la esperanza: ahora sí vamos a salir de la pobreza, se acabará la impunidad y la corrupción, se acabará la violencia y el crimen organizado desde el gobierno o crimen organizado por los malandros, viviremos tranquilos, en paz , prósperos, con  un futuro para mí y para mis hijos, etcétera, etcétera.

Si los funcionarios funcionaran, el país se convertiría en primera potencia mundial; es más, muchos hasta iríamos a votar y habría democracia y todo se arreglaría. Esto a pesar de que, según algunas encuestas, el mexicano no está de acuerdo con la democracia y preferiría otra forma de gobierno, no sabemos cuál pero otra. Y es que esta palabra, democracia, parece que resuelve todo y con eso dejamos que sea «el gobierno» quien todo lo haga, todo lo resuelva, todo nos dé, a pesar de que según nota del El Economista del 2 de  noviembre 2017, y de acuerdo a un estudio del Pew Research Center, 9 de cada 10 mexicanos están insatisfechos con la democracia en el país.

«Los mexicanos muestran decepción con el desempeño de los funcionarios que eligieron para representarlos en el gobierno», según dicho estudio del Pew Research Center sobre la percepción de la democracia en el mundo.

Todo mundo critica esa actitud poco ciudadana del mexicano, todo mundo opina, sobre lo que debe ser y debemos hacer, las pláticas de café y sobremesa están colmadas por todos los que se vuelven politólogos, demócratas, expertos en administración pública o gobernanza; tal como sucede después de un partido de fútbol, sobre todo si perdió nuestro equipo favorito, y con esto sólo estamos ratificando que pasamos de “pueblo globero” a “pueblo futbolero”.

Para no echar más leña a lo hoguera sólo mencionaré la cita que hace Lorenzo Meyer en El Siglo de Torreón, página 9A del 28 de abril de 2016, en relación a lo dicho por Fernando del Paso al recibir el premio Cervantes de las letras:  «México es un país en decadencia […] las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, los abusos de poder, la discriminación, la corrupción, la impunidad y el cinismo […] la decadencia tiene una doble raíz: un sistema encabezado por gobernantes ineptos y corruptos y una sociedad bulímica que no reacciona en defensa propia.»

Por otro lado Del Paso fue injusto con su sociedad al no distinguir en el grado de responsabilidad de los gobernantes y gobernados. Es verdad que el grueso de los mexicanos son renuentes a actuar contra los abusos del poder, pero hay una minoría que si reacciona pese a la enorme desventaja y riesgo que conlleva al enfrentar la enorme maquinaria e intereses creados por “los ineptos y corruptos”. Y hay ejemplos a la vista de esta lucha.

Con base en esto volvamos al punto, ¿por qué es una pequeña minoría la que sí actúa como ciudadano y a una gran mayoría no le interesa ni quiere saber qué pasa con las instancias gubernamentales y sólo se queja de los efectos cuando algo le afecta esa persona?

Porque fuimos vacunados contra la política, pues en México ésta no se conoce. El mexicano sólo sabe de la poltitiquería de los “partidos políticos”, los cuales no son tales; como dije aquí el 20 de diciembre de 2017: en México no hay partidos políticos, sólo franquicias cuyos dueños marcan la línea que les sea más favorable en cuanto a millones de dinero, los puestos públicos a los que acceden para lo mismo, etcétera.

Y lo que ignoramos es que todos hacemos política (buscando el bien para los demás), no politiquería, pero hemos dejado completamente sueltos a los gobernantes durante más de 100 años. Recuerda que la “Robolución” mexicana inició en 1910 y  desde entonces nos han convencido de que somos siervos inútiles que estamos para callar y obedecer y no debemos opinar de las cosas del gobierno de sus majestades los gobernantes.

Pero, bueno, ¿cuál es la solución?

Que todos, en nuestro propio ambiente y medios construyamos ciudadanía, exijamos que en las escuelas, desde primaria se den las clases de civismo, derechos humanos, democracia, participación ciudadana. Exijamos nuestros derechos y cumplamos con nuestras obligaciones, pero, sobre todo, que hagamos marcaje personal a los gobernantes para que sean funcionarios que sí funcionen bien y sean servidores que nos sirvan a todos y no solo a sí mismos, para evitar que se sigan despachando con la cuchara grande y a nosotros no nos toquen ni las migajas.

Atte. Moisés Picazo Salazar

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