investigación deuda, influencias y gastos sobre secretaría de inversión público productiva de Miguel RiquelmePortada Reportaje
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La vagina como centro unificador del placer femenino contiene funciones vitales a nivel especie. Desde su prevalencia hasta su cuidado pero, ¿qué hay de las funciones a nivel individuo?, ¿qué hay de la vagina como herramienta para alcanzar la plenitud que toda mujer desea?

A partir de esto me tomé la labor de investigar por distintos medios la percepción de una actividad que aún en amplios sectores sociales del país se piensa que únicamente es parte del descubrimiento sexual de los hombres y que exime a la mujer de su práctica y su entendimiento. Señoras y señores hablo ni más ni menos que la masturbación.

La vagina y la masturbación femenina

Entendamos primero, la masturbación es una actividad que comúnmente se hace en solitario, que nace de un deseo prácticamente biológico y/o psicológico a partir de la auto-estimulación de los órganos genitales, es un acto de liberación y de contacto, de cercanía y aceptación pero también de culpabilidad y rechazo; una forma de comparecencia biológica fundida con los afectos de todo ser humano, es el preludio de la vida sexual y uno de los actos más placenteros.

Mi pregunta es: ¿Qué hay de malo en masturbarse? En gran medida la respuesta corresponde a un factor cultural, donde la mentalidad asciende a que hombres y mujeres únicamente pueden plantearse el placer con propósitos reproductivos, pero hay una clausula en este modelo de pensamiento que dice lo siguiente: “el hombre es hombre”.

¿Cuántas veces no hemos escuchado esta respuesta y otras más de nuestras abuelas, tías, o algún tipo de persona que justifica algo que el hombre puede hacer y que la mujer ni siquiera debería intentarlo? ¿ Y saben que es lo más sorprendente de esto? Que las personas que lo mencionan son mujeres castradas.

La envidia del pene hacia la vagina

En el artículo anterior, hablé de la envidia del hombre a la vagina de la mujer, pero ¿qué hay del proceso contrario? La envidia del pene.

El pene a diferencia de la vagina, es una parte del cuerpo que se encuentra a la vista, físicamente observable y no escondido; la única parte de la vagina que puede asemejarse al pene es el clítoris, sin embargo, este último puede llegar a tener una medida máxima de 1 centímetro.

Darwin en su libro titulado “La Evolución del hombre”, menciona que la mujer se encuentra subdesarrollada al no haber podido conformar un pene como el hombre o del tamaño de éste. Esta postura consideraría al macho en una posición de mayor rango que la mujer, es decir, pene sobre vagina.

Freud retomó esta conceptualización recreando la teoría de la envidia del pene, donde la mujer se siente castrada al no haber podido desarrollar un miembro como el de su hermano y/o su padre, a esto se le agrega un factor predominantemente cultural donde hombres y mujeres le rinden tributo al pene.

Esto da respuesta a que en la familia mexicana se espere que el primer miembro nacido de una pareja sea hombre para verificar el triunfo y/o éxito de la cópula sexual, incluso se puede ver en el jugueteo o la interacción que tiene la madre con el pene de su hijo así como el trato especial que las mismas le brindan.

En algunas ocasiones he escuchado a algunas madres mencionar que los embarazos de varones son menos frustrantes, se pasa por menos síntomas y en general suelen ser menos difíciles que al estar embarazadas de mujeres.

Todo esto nos lleva al mismo punto, los mensajes de manera inconsciente que se dirigen a las mujeres y que desembocan en una zona corpórea, húmeda y gratificante: la vagina.

El gran prejuicio que engloba a la vagina

La vagina debe conservarse en plena castidad, pureza y en posición de receptáculo para el gran miembro masculino, si a ésta no deviene el miembro, deberá convertirse en virgen perpetua para lo que reste de vida.

He ahí la repercusión de los mensajes dobles suministrados a la mujer, en primer lugar el rechazo, la indiferencia y/u odio a su genitalidad, para después tener que amarla pero no para ella misma, sino para estar al servicio de otro.

¿Y qué hay de la mujer que se toca, explora, conoce, le gusta y se enamora de su genitalidad? Sobrevienen a mí nombres como “puta”, o comentarios como “¡qué asco!”, “¡Cómo pueden pensar siquiera eso!” aunados a gestos que derrochan repudio, inseguridad y finalmente temor. Y es que la mujer que toca su vagina se convertiría en “una mujer no castrada”, que sabe cómo manejar su sexo y que lo conduce bajo sus necesidades y no se encuentra en la espera del otro para que la enseñe a conocerse.

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Una mujer que toca su vagina y trasciende las barreras de la moralidad, concebirá en su miembro la autonomía y seguridad que les fueron arrebatadas en algún momento de la vida, está adaptada a su mundo y profundiza en su quehacer en la vida.

La mujer que toca su vagina entrará en relación con el otro, sea éste hombre o mujer a partir de la posibilidad de compartir sexo y no actuar meramente como receptáculo de fluidos, insatisfacciones y miedos de la virilidad en el hombre.

La mujer en sí misma que es capaz de tocar su vagina, tocará su cielo que en un sentido real, es el darse cuenta de lo que está hecha y que hace con ello, tocar su vagina simbolizaría su triunfo inminente, no como ganadora por encima del pene, sino en una posición de dominio y no de subyugación.

Por Agustín Palacio

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