investigación deuda, influencias y gastos sobre secretaría de inversión público productiva de Miguel RiquelmePortada Reportaje
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Existen muchas opciones para pasar un domingo agradable tumbado y adherido a la cama. El sexo, el sueño, la pasión, la apatía, el descanso, todas son muy valiosas y placenteras. Pero si en lugar de desgastar el cuerpo con tanta fricción y tantos besos y tantas caricias y tantos gemidos, pudiera ofrecerles otra opción, ésa sería sin duda “Black Mirror”, genial y esplendorosa serie de origen británico que me dejó perplejo y con una sensación de multiorgasmia totalmente fuera de lo normal.

Pensar en qué sería de nuestra sociedad si usáramos la tecnología de mala manera, o de formas poco convencionales, sería aterrador. Eso es lo que hace Black Mirror, mirar más allá del espejo, traspasar cualquier  barrera obvia y tangible. Dejar de pensar que en el futuro los coches van a volar y la servidumbre sería robótica como en los “Supersónicos”. Generar un debate abierto y crudo en el que se exponen temas álgidos como la clonación, el uso de redes, la manipulación política por medio de un holograma, el bloqueo de la sociedad como castigo penal, etc.

La serie consta de tres temporadas, las primeras dos, de tres capítulos cada una. La última temporada, sólo es un episodio llamado White Christmas, que sella con contundencia y una crudeza abrumadora la fenomenal producción europea.

Narrativa, fotografía, guión, actuaciones, todo, absolutamente todo redondea un proyecto audiovisual que genera una experiencia envidiable, a eso me refiero con que es mejor pasar una tarde viendo Black Mirror, que incluso teniendo sexo con la persona más sensual y apasionada del orbe.

¿Qué harían si siendo primer ministro de  una nación como Inglaterra, tuvieran que mantener relaciones sexuales con un cerdo y ser transmitidos por televisión e internet para pagar el secuestro de una duquesa que está en peligro de muerte? Ésa es la trama del primer episodio que atrapa, encierra y vicia de una manera poco usual.

Para todos aquellos que desean pasar un domingo memorable y que, además, desean generar una reflexión profunda y concienzuda sobre el abuso de la tecnología en un futuro, Black Mirror es la opción perfecta para satisfacerlos.

Guarden los condones, escondan las tangas, las feromonas, el lenguaje erótico y cualquier cosa que caliente motores, hoy es día de Black Mirror y, al terminarla, sentirán un orgasmo visual e intelectual incluso más placentero que alguno de los miles que haya experimentado Cleopatra durante toda su vida.

 

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