Parece que el Estado Mexicano no reconoce a la raza negra. Los afrodescendientes en nuestro país son discriminados y ni siquiera son considerados una etnia indígena. Para esta minoría chiquita es una injusticia que la Constitución Mexicana tenga el descaro de decir que todos los mexicanos son iguales y tienen el mismo derecho cuando ellos saben que eso es enteramente falsedad y mentira y falacia y demás porque muchos afromexicanos sufren de no ser considerados de acá, les despojan su identidad y les arrancan su pedacito de patria. Y el mexicano que se cree «original» se olvida de que en la historia, especialmente en tiempos de la Revolución, los afromexicanos fueron, otra vez, esclavos de una rebelión que tal vez no era suya y aún así dieron sus vidas para defender éstas tierras y ayudaron a que el terreno mexicano fuera de México. Tal es el ejemplo del señor Gaspar Yanga quien fue uno de los primeros Libertadores en Veracruz y liberó, junto con otros esclavos africanos, la región que ahora se llama también Yanga, y no por casualidad sino en honor al afromexicano valiente como pocos.
Lo terrible es que ahorita, ya en un 2016 donde el mexicano se cree japonés con su Pokemon Go y su Dragon Ball y gringo con su Apple y su Mcdonalds y alemán con su Volkswagen y su Heineken, todavía nadie les agradece su enormísima participación en el pasado revolucionario y todavía todos los muy mexicanos morenos de pecho colorado dejamos que bastantes de éstos hermanos afromexicanos como nosotros vivan una pobreza horrorosa como resultado de la discriminación y del olvido y de su color africano de piel.
«José Vasconcelos estableció que la raza de bronce era el resultado del encuentro entre Europa y América, ignorando completamente África», dice Wilner Metelus, uno de lo afromexicanos más dedicados a la causa y que se ha dado a conocer por levantar la voz hasta el universo con tal de ser considerado parte de la población mexicana.
Al inicio de este mes de septiembre, que es precisamente el mes de la patria mexicana y cuando celebramos los colores rojo de sangre, verde de independencia y de esperanza y el blanco de catolicismo, bondad y unidad, el Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados y Afromexicanos exigirá al Congreso el reconocimiento constitucional como población afromexicana.
Lo que quieren es ser mexicanos, que lo son, lo que quieren es saber que los demás mexicanos, esos que sí somos morenos y chaparros y rancheros aceptemos que aquí también es su hogar.
¿Que no el mexicano es quien abre las puertas y los brazos y las alacenas a quien sea, quien recibe con sábanas y almohadas al desprotegido y lo alberga dándole arroz mexicano y frijoles y caldo de pollo y pozole para el frío? ¿Que no somos ese pueblo cálido con corazón de pollo que no define a la familia por su color de cabello o de ojos, ni por el tamaño de su nariz ni por su estatura, sino por el color de su sangre y por la manera que defiende las raíces mexicanas y su origen y a sus amigos y familia?
El Gobierno de México no tiene el derecho de privilegiar a los mexicanos que sí parecen el estereotipo mexicano y darles trabajos, becas y oportunidades a ellos en vez de a los otros mexicanos que no parecen el estereotipo mexicano y que por eso no se les da chamba ni se les considera parte de éste pueblo que se cree raza de bronce. Ningún mexicano tiene tampoco el derecho de desprestigiar la nacionalidad de quienes también son mexicanos, no tienen siquiera el derecho de pensar que no merecen los mismos derechos por «no parecer de aquí».
Más bien no parecen de aquí los maleducados que los rechazan y les ofenden, ni parecen de aquí esos que tiran basura y que rayan las paredes y que ofenden la definición del mexicano; no tienen nacionalidad los que traicionan a la patria con corrupción y con estafas antihumanas. Es más, discriminemos a esos mejor, que se lo merecen por malobrar en nuestro país tan querido por todos los que sí apreciamos nuestro México.