Durante la última semana el ojo público estuvo sobre la educación universitaria y de forma concreta en la Máxima Casa de Estudios del Estado que desde hace tiempo deja mucho que desear en cuanto a su labor.
Los manifestantes que forman parte del Movimiento Estudiantil Coahuilense (MOESCO) vinieron a prender un faro de esperanza en cuanto a que los alumnos de la Autónoma de Coahuila no están de acuerdo sobre el manejo de la institución e hicieron ver su molestia en las calles de la capital.
Como nunca lograron en la historia que un rector los atendiera a las afueras de la universidad y se llevara un pliego petitorio que hoy sabremos si tendrá trascendencia o no.
Hasta aquí hay muchos puntos a favor de los jóvenes que exigen bajar las cuotas de la universidad y que sin duda es una causa justa si tomamos en cuenta los escándalos en que la institución se ha visto envuelta en los últimos meses: señalamientos de la Auditoría Superior del Estado en cuanto aviadores y denuncias públicas por mal manejo de los recursos para becas.
Las exigencias quizá llegan tarde, pero tenía que existir una gota que derramara el vaso y fue la pandemia del covid-19 que puso en jaque la economía de miles de familias en la entidad. Ahora cabe preguntarse qué sigue después de hoy: ¿habrá un arreglo digno para la rebaja de cuotas?, ¿habrá acuerdos en lo oscurito y todo habrá sido simulación para fines personales de algunos?, ¿permanecerá la organización de los estudiantes en el futuro?
Las interrogantes se extienden y es más que válido ser críticos al respecto, pero también darse cuenta que el seguimiento dependerá mucho de las decisiones que el estudiante promedio de la universidad tome.
Siendo objetivos hubo una poca representación de la comunidad en las calles si tomamos en cuenta el grueso de la población universitaria, claro que tampoco podemos juzgar a la gente que no marchó porque podría haber razones muy válidas como ocupaciones laborales o de otra índole para no hacerlo.
También debemos ser honestos en cuanto a que como sociedad coahuilense hay apatía hasta que nos pega de forma fuerte algo en el bolsillo o en la dignidad. Los antecedentes de organización y lucha social paracen muchas veces llamaradas que luego de un fuerte destello se extinguen o los gobiernos saben desgastar con su demagogia.
Recordemos que el año pasado hubo un movimiento relevante con estudiantes de la Autónoma de Coahuila que cobró fuerza por exigir un alto a los aumentos del transporte público en Torreón y Saltillo, sin embargo tras las marchas la causa se apagó.
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La organización y la articulación de más miembros a las luchas es el punto débil que siempre hay e incluso se abre la sospecha de que los poderes políticos lograron “arreglar” o amedrentar a los estudiantes.
Sin embargo, la falta de estructura entre los universitarios es una realidad. Es un secreto a voces que las escuelas y facultades se convirtieron desde hace décadas en nichos de poder y control de caciques que cada tres años son “escogidos” por la vía democrática cuando en realidad son los mismos grupos de siempre. En Torreón hay dos familias que controlan la universidad e incluso en otros casos compran conciencias con apoyos a modo o fiestas para el alumnado.
Ante esta panorámica los estudiantes deben ir más allá de las marchas y manifestaciones que, aunque refrescan la ilusión de cambio, son insuficientes al no venir acompañadas de una organización y concientización de su comunidad. Lo que suceda hoy que sesione el Consejo Universitario nos hará saber qué tan cerca estamos de una trascendencia en las causas estudiantiles o si permanecemos estancados.