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¿Qué pasaría si un día, por alguna circunstancia extrasensorial y fuera de toda proporción, México se quedara sin periodistas? ¿Se han preguntado cuál es el papel que juegan las y los reporteros que ejercen el oficio día a día sin descanso?

Imagino la rutina de una o un reportero que cubra la fuente de la Presidencia de la República, que viva al sur o al norte de la Ciudad de México, que se desplace a las 5 de la mañana desde su casa para hacer fila afuera del Palacio Nacional. Que entre a la rueda de prensa de las 7 de la mañana con frío, quizás con hambre o solamente con sueño. Si tuvo la oportunidad de preguntar, seguramente la o lo van a juzgar por idiota, por no no tener precisión en sus cuestionamientos, por estar pagado, por acudir al chayote.

De pronto todas y todos los profesionales de la información se van a continuar labores de reporteo, pero al final la agenda gravita en lo que dijo y no dijo el Presidente y sus aliados.

Así, la rutina se hace eso, un círculo interminable en donde por cubrir la fuente la o el periodista es usado como instrumento para manipular la opinión pública. Recordar que existen dos frentes: el de sus patrones y el de quien paga los convenios. Al final, en México lo último que se prioriza es la calidad, es el periodismo de rigor, al menos no pasa en los medios tradicionales.

Volvemos al punto de inicio de esta editorial. Ante el maltrato, ante los quince periodistas asesinados durante la administración de AMLO. Ante los malos salarios, ante la estigmatización de la sociedad y del propio Ejecutivo Federal. Ante la hipocresía de los gobernadores que felicitan a las y los reporteros en el día de la libertad de expresión pero que a la vez hablan a las redacciones para quejarse de las notas, como si ellos tuvieran injerencia en las líneas editoriales (en muchas de las ocasiones sí la tienen).

Me gustaría ver un día sin periodistas para que la sociedad se dé cuenta que forman parte indispensable del sistema desertor y opositor al poder. El periodismo está para cuestionar, para investigar, para generar diálogo y para empoderar  a la sociedad a través de la información.

En este país, lamentablemente, los dueños de los grandes medios, salvo contadas excepciones, también tienen hoteles, constructoras, restaurantes, bancos, hospitales. El conflicto de interés siempre los está rondando. No hay plena libertad ni garantías para informar sin tapujos.

Después están los medios independientes, aquellos que le apuestan al periodismo de rigor, sin contemplaciones, sin intereses oscuros y desconcertantes. Estos medios, lamentablemente son etiquetados como pasquineros, como pequeños blogs, como informales. La sociedad no le ha dado el justo valor y los gobernantes no los toman en cuenta.

Me encantaría ver un día sin periodistas para que AMLO no tenga a quién dar una cátedra diaria de dos horas de por qué es el creador de la moral y las buenas conductas. Sería increíble un día sin periodistas, en el plano local, para que Riquelme, Gobernador de Coahuila, deje de regañar a los reporteros y reporteras que hacen preguntas incómodas.

Me encantaría ver un día sin periodistas para descubrir que el contenido en las redes sociales se iría al suelo.

Caray, un día sin periodistas es lo que necesita México. Aquí nos matan. En territorio nacional, si haces una buena nota, no te haces merecedor o merecedora de un premio, de un halago, sino de una amenaza, de una treta o hasta de la propia muerte.

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El sueño, la utopía sería ver unión entre el gremio. Que ante los balazos y las amenazas y los asesinatos y la estigmatización dijéramos ¡ya basta!, basta de maltrato y de menosprecio, basta de salarios precarios, basta de humillaciones. Basta de enriquecimientos ridículos de los «líderes de opinión» a cambio de algunas caricias en espacios tradicionales como periódicos, radio y televisión.

Hoy México necesita un gremio periodístico más unido, más compenetrado y más solidario. Pero también necesitamos una sociedad más sensible a la problemática, más abierta al diálogo y más analítica.

Imaginen, sólo imaginen un día sin periodistas, sin información. Visualicen un día sin contenidos en estos tiempos de aislamiento y cuarentena. Sólo imagínenselo por un momento.

Más que una sociedad democrática, las y los periodistas ayudan a construir y consolidar sociedades plurales, en donde todos puedan expresarse y sentar las bases para el diálogo, para llegar a soluciones.

A Andrés Manuel López Obrador, a Hugo López-Gatell, a Miguel Ángel Riquelme y el resto de los gobernadores, al propio Jorge Zermeño a los dueños de los medios tradicionales que pagan miserias mientras se atiborran los bolsillos por convenios oscuros y vulgares. A todos ellos les decimos que estamos hartos, que estamos cansados, que no es justo, que el valor del periodismo está en quien genera la información, la historia, no en quien negocia el convenio, no en quien pone a disposición la línea editorial, no en quien funda un medio para consolidar otros proyectos.

Ya me imagino un día sin periodistas, estoy seguro, que ni los dueños del capital, ni los gobernantes, ni la propia sociedad, sabrían qué hacer.

Esta editorial va dedicada a Alejandro Márquez, Diego García Corona, Rafael Murúa, Samir Flores, Santiago Barroso, Telésforo Santiago Enríquez, Francisco Romero, Norma Sarabia, Rogelio Barragán, Édgar Alberto Nava, Jorge Celestino Ruíz, Nevith Condés Jaramillo, Erick Castillo Sánchez, María Elena Ferral y Víctor Fernando Álvarez. Todas ellas y ellos fueron asesinados desde diciembre del 2018 a la fecha. Todos sus casos, se mentienen impunes. Todas y todos eran periodistas. A ellas y ellos se las debemos.

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