«El mundo está en guerra a trozos», fueron las primeras palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, Polonia, celebrada en julio pasado. «No debemos tener miedo de decir la verdad, el mundo está en guerra porque ha perdido la paz». Esto me hace pensar en los discursos de las naciones que viven el terrorismo o en nuestro país que vive la guerra contra el narcotráfico; si bien hablan del combate a cada uno de ellos, ninguno reconoce tajantemente la guerra que viven sus naciones. Y el Papa reconoce la guerra que vivimos y nos dijo que no es una guerra de religión, es una guerra de intereses: por el dinero, por los recursos naturales y por el dominio de los pueblos. «No podemos hablar de una guerra por religión, porque todas las religiones queremos la paz», concluyó el Papa Francisco.
En cada una de sus participaciones, el Papa nos habló de la esperanza y también del compromiso que tenemos con el mundo. Algunas palabras de Francisco aún resuenan en mi mente y estoy dándoles un sentido en mi vida. Los discursos del Papa fueron directos. Comenzó hablando de la realidad que vivimos los jóvenes. Nos decía que era triste encontrar jóvenes que parecían haberse jubilado antes de tiempo, jóvenes que parecen que tiraron la toalla antes de empezar, jóvenes aburridos y que aburren a los otros. También nos dijo que debemos soñar alto y creer en nosotros; aún cuando la sociedad nos diga que somos jóvenes e inexpertos. No importa el caer, sino el levantarse y recordó el canto de los alpinistas cuando salen a las montañas: «En el arte de salir lo importante no es caer, sino no permanecer caído». Por eso si caemos, debemos mirar un poco más alto, levantarnos y seguir.
Las palabras del Papa tocan tu corazón, pero resuenan tan fuerte en tu mente que te preguntas ¿qué debo hacer? Hasta el momento la interrogante sigue en mi cabeza, pero espero encontrar pronto la respuesta.
Otras palabras del Papa que causaron conmoción fueron cuando explicó: «¿Dónde está Dios en un mundo donde hay gente que pasa hambre o sed, que no tiene hogar, que huyen, que buscan refugio? ¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras? ¿Dónde está Dios, cuando enfermedades terribles rompen los lazos de la vida y el afecto? ¿O cuando los niños son explotados, humillados, y también sufren graves patologías? ¿Dónde está Dios, ante la inquietud de los que dudan y de los que tienen el alma afligida?».
Estas son preguntas que siempre me hago y creo que todos en algún momento nos hemos cuestionado, y el Papa respondió que hay preguntas para las cuales no hay respuestas humanas. La respuesta de Jesús es: «Dios está en ellos, Jesús está en ellos, sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos». Y después de cada cuestionamiento nos daba una tarea, una misión para nuestras vidas. La misión de no vivir a medias, de estar dispuestos a entregar nuestras vidas y servir a los demás.
En otro discurso el Papa nos hablaba del terrorismo y de cómo debemos actuar frente a la violencia que vivimos en todo el mundo. Nos dijo que no debemos pelear, destruir, ni insultar, que no queramos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros estábamos ahí para darle una respuesta a este mundo en guerra y su nombre es fraternidad, hermandad y comunión entre nosotros los jóvenes de todas las naciones.
También nos dijo que debemos dejar de ser jóvenes de sofá y pasar a ser jóvenes con los zapatos bien puestos, dispuestos a dejar huella en este mundo. El mundo nos pide que seamos protagonistas de la historia, porque la vida es linda siempre y cuando queramos vivirla. Nosotros debemos decidir nuestro futuro, marcar la historia y la historia de los demás. La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa, pero es más fácil construir puentes que levantar muros. Siempre estará el riesgo de quedarnos con las manos vacías, pero en la vida es necesario arriesgarnos.
El Papa nos dejó grandes tareas a los millones de jóvenes que vivimos la Jornada Mundial de la Juventud, diciéndonos que sin duda somos la esperanza del futuro, pero que hay dos condiciones: la primera, es tener memoria, preguntarme de dónde vengo: memoria de mi pueblo, memoria de mi familia, memoria de toda mi historia. La segunda: y si para el futuro soy esperanza y del pasado tengo memoria, me queda el presente. ¿Qué tengo que hacer en el presente? Tener coraje. Tener coraje. Ser valiente, ser valiente, no asustarse. Coraje de enfrentar y coraje de seguir luchando aún en la peor de las condiciones.
El reto más grande que nos dejó fue ser semilleros de esperanza en un mundo de intolerancia y de guerra. Estas palabras aún resuenan en mi mente y corazón, pero me queda claro que tengo un compromiso con mi ciudad y con mi país. Me invitan a querer cambiar la realidad en la que vivo y a compartir el mensaje de esperanza con todos.