Jonathan Swift, un escritor satírico irlandés dijo lo siguiente: “La sátira es una suerte de espejo en el que los que observan generalmente descubren los rostros de todos menos el propio, principal razón por la que es bien recibida en el mundo, y por la que tan pocos se ofenden ante ella”. Si bien la sátira se deriva de la comedia y se combina con la farsa al representar en forma burlesca y grotesca acontecimientos inherentes al ser humano; la tragedia por su parte experimenta lo grotesco y burlesco que es el ser humano en sí mismo. Al decir esto, entonces podemos brindar apertura a nuestra mente ante la posibilidad de lo que Shakespeare representaba en su afán de dar explicación a los sentimientos más profundos en el ser humano, tales como el amor, la venganza, los odios e incluso la muerte y lo endeble que pudiese ser su significado al verse representado en situaciones que son comunes pero que tienen un ápice alto de complejidad.
Algunos al leer el artículo anterior se preguntaban acerca de si entonces el protagonista de esta historia inspiradora y cocinada en el ateneo de la tragedia representa a un hombre afeminado y con sentimientos extendidos hacia su propio género dando un giro de 180 grados a lo que tal vez pudiésemos comprender de él. En esta ocasión me detendré a explicar que la orientación sexual no es precisamente lo relevante en la historia e incluso lo que menos puede importar, ya que lo que vale la pena en esencia son las motivaciones de un personaje que ve truncadas sus expectativas, su identidad y la oportunidad de vivenciar el amor.
En primer lugar se hace mención de la mujer por la que Romeo queda impresionado por su belleza, pero al mismo tiempo por su necesidad de llevar la atracción dirigida a la misma a nivel de fantasía al encontrarse enamorado de un personaje distante a él y que no sabe de su existencia. Con el desenvolvimiento de la historia, Romeo conoce a Julieta, la mujer que en un principio pareciera ser lo que haría a Romeo contactar con la realidad y dejar de lado las ideas referentes a Rosalina e intercambiar sus afectos de lo fantasioso e ideal a lo real y palpable. Lo curioso es que tampoco el amor por Julieta logró ser consolidado al ser ambos fruto de las frustraciones y odios familiares y culminando sus vidas en escenas trágicas donde el infortunio y el displacer van tomados de la mano. Es entonces que surge la primera interrogante: ¿qué amaba Romeo? La respuesta está distante a estos dos personajes planteados anteriormente e incluso también lejos de Mercucio. Considero que la respuesta más acertada es que Romeo amaba la idea del amor donde el foco estaba puesto en su formación, más no en su consolidación.
La sola idea del amor es la fuente de motivación en Romeo para participar en actos heroicos y de defensión hasta el perecimiento de su persona, ya que la idea del amor por más simple o compleja que sea evade la profundidad y la intimidad con el otro, pues la idea recrea el suficiente placer para desplazar a un segundo plano el objetivo del mismo. Pensémoslo en un ejemplo más claro: Imaginen que en su lugar de trabajo, están contendientes ustedes y alguno de sus compañeros a ocupar un puesto de mayor nivel dentro de la organización pero para ello tienen que demostrar el por qué el uno es más apto que el otro, es entonces que comienzan a hacer diversas acciones que evidencien la idoneidad de sí mismos pero al mismo tiempo en dar razones para evidenciar que se es mejor que el otro, surgiendo la competencia para que después se delibere que el ganador es alguno de ustedes. Les puedo asegurar que el mayor placer se evidenció en el transcurso de la contienda, donde se volvió más importante demostrar el por qué el uno era mejor que el otro, y el puesto a adquirir pasó a segundo plano. Al conseguir el objetivo, el placer tiende a bajar en sus dosis donde desde lo biológico puede ser explicado al descender la adrenalina y otros neurotransmisores que nos impulsan en el acto. A partir de esto, sugiero las siguiente pregunta: ¿No es el placer lo que el ser humano busca en su accionar?, ¿Es posible creer que el ser humano busca entonces siempre experiencias gratificatorias que nos remonten a vivenciar la posibilidad del placer? Pensémoslo desde nuestra experiencia, al querer tener un trabajo, una pareja, al salir con nuestros amigos al bar que apenas está abriendo en la ciudad, al comenzar al leer un libro, el orgasmo, estar al cuidado de un ser querido, etc. Un sinfín de situaciones en donde el ser humano ama la idea, más no el objetivo, o en el caso de Romeo al sujeto.
Es entonces que Romeo no muere por amor al sujeto, muere porque al morir el sujeto, la experiencia gratificadora de placer no encuentra un sentido de ser ni de existir, es entonces que al no haber deseo o motivación, lo gratificante es matar el placer en sí mismo.
En la inminente partida de Julieta al otro mundo, Romeo es capaz de percibirse ante el espejo del cual siempre ha huido, el de sí mismo. Julieta es entonces el espejo que Romeo utilizaba para no verse a sí mismo. Pensémoslo de manera más clara; Romeo un romántico empedernido, dispuesto a hacer todo por su amada, cortejador, buen mozo y aspirante al ser el ideal de príncipe de cualquier mujer se enamora de una mujer sumisa, altercada por la sociedad y su familia, esperanzada a ser salvada y necesitada de afecto, dicho esto, la física nos dice que los polos opuestos se atraen pero Romeo y Julieta no eran polos opuestos, hablaban y eran desde el mismo polo; en otras palabras uno era el reflejo del otro porque eran lo mismo. Y la pregunta que surge entonces es: ¿quién si era su polo opuesto?, en la historia al menos, el polo opuesto de Romeo se llamaba Mercucio.
Como cada semana, las interrogantes que yo les dejo a reflexionar son las siguientes: ¿El verdadero amor de Romeo podría haber sido Mercucio?, ¿Al “morir” Julieta, el reflejo de Romeo fue tan terrible que eso implicó que el decidiera darse muerte por sí mismo?, ¿Qué habrá visto en ese espejo que no aceptaba, o que le dio tanto temor? Tal vez no lo sabremos, pues el gran Shakespeare no está para aclararlo, así que lo dejaremos a la libre interpretación de cada uno.